miércoles, 16 de julio de 2008

Yautia


Par de días lloviendo y aún así Brujuela no dejaba de ser divertido. Salíamos a correr bajo la lluvia. A tirarnos bolas de lodo, montar caballo, bañarnos en la laguna y en los charcos que se creaban debido a las gomas enchivadas de los carretones que llevaban la caña al ingenio cercano. Siempre, siempre había algo divertido que hacer.

Uno de esos días en los cuales solo llovió en la mañana, me dirigí a no sé que lugar ni a hacer que pero salí de la casa con ánimos de no mojarme. A medio camino empezaron a caer gotas del preciado líquido. Preciado por que estábamos en el campo en primer lugar, y en segundo porque significaba que no tendríamos que cargar agua por varios días ya que el tanque que recoge agua del techo de zinc se llenaría hasta el tope. Lo más chévere es que el sistema de filtración de impurezas (un pedazo de mosquitero) estaba completamente limpio pues yo mismo lo revisé antes de salir. Volviendo a lo de la llovedera y el yo no quererme mojar, empiezo a mirar hacia los lados a ver con que me cubría. Bien cerquita a orillas del camino veo unas hojas bien anchas y en forma de corazón que para esa época con la edad y estatura que tenia perfectamente podían servirme de sombrilla playera debido al tamaño. Me apresure a arrancar una y a taparme con ella sujetándola por el tallo cual si fuera cualquier sombrilla. Como ya estaba un poco mojado, no me percate ni me importo que la sabia de la hoja me recorriera las manos y antebrazos. Atine a simplemente untarme dicha sabia en el intento de que se regara y se secara. Viendo que la malvada hoja seguía con sus secreciones entonces cambie de mano y olfatee el antebrazo procurando verificar que no tenía mal olor. Al no sentir nada fuera de lo común entonces empecé a secarme la frente, los brazos completos (pues andaba en franelita) y las demás partes del cuerpo que estaba descubiertas.

Pasaron unos minutos y llegue a mi destino. Me reciben con la amabilidad que caracteriza a la gente del campo. Desde el fondo alguien pregunta: Y esa hoja de Yautía? Yo respondí. La traje yo que la use para no mojarme de la lluvia. Me responden: Tú si eres dichoso porque eso pica más que el Diablo......

Con una sonrisa burlona me quedo mirándole la cara a la persona que hizo dicha exclamación buscando ver en sus ojos un signo, mueca o guiño de ojos que me indicara de que estaba relajando o diciendo una mentira como para que yo me sintiera culpable y no volviese a hacer el daño a la naturaleza de arrancar una hoja a un árbol. Yo no sentía nada hasta que PLAT!! Me doy un manotazo casi involuntario como si estuviera matando un mosquito. Me reviso el muslo y no veo ningún animal muerto pero si veo una ronchita como si me hubiera picado. Luego siento lo mismo en uno de los antebrazos, luego el otro, luego la frente, el huidero. Parece que la savia al estar un poco diluida en el agua de lluvia no había hecho sus efectos. Pero al empezarme a secar dentro de la casa empezó a hacer la reacción de picazón normal. Todo sucedió como si hubiera sido desatado por la persona que hizo el comentario. La venganza del árbol de yautía al que se le arrancó la hoja. Luego a ponerme en calzoncillos (carajito al fin no tenia vergüenza) salí a la lluvia a enjaguarme y lo único que se me ocurrió para aliviar mi pena fue estrujarme lodo que estaba fresquecito. Nadie a quien maldecir, nadie a quien culpar. Solo ser la burla de Macho y Susi que eran los presentes.

Paró la lluvia y ahí estaba yo embarrado de lodo. Pedí que me echaran la ropa en una funda. Ya descalzo, embarrado de lodo y en calzoncillos tenia la perfecta excusa para irme a bañar a la rigola. Lección aprendida. La sabia de yautía pica y sus hojas, aunque parezcan sombrillas no lo son.